Oscuro pasado de un batallón del Ejército
Foto: SEMANA
Por Juan Diego Restrepo E.Revista SEMANA.
OPINIÓN. Lo ocurrido a finales de la década del ochenta en el Batallón Charry Solano revela los excesos a los que puede llegar la inteligencia militar cuando opera como una rueda suelta.
El
 22 de enero de 1991 no debió ser fácil para el exsargento del Ejército 
Bernardo Alfonso Garzón Garzón. Ese día se acercó a la Oficina de 
Investigaciones Especiales de la Procuraduría General de la Nación en 
Bogotá con el fin de pedir protección para él y su familia, pues sentía 
que estaba si
    
endo vigilado no sólo debido a su retiro del Ejército 
sino a todos los detalles que conocía sobre operaciones especiales de 
inteligencia adelantadas desde el Batallón Charry Solano, con sede en la
 capital de la República.
“He tomado la 
determinación de presentarme ante este Despacho con el fin de solicitar 
protección para mí y para mi familia y de otra parte para solicitar su 
intervención ante el Ejército ya que me ha tocado que abandonar el 
servicio por una serie de hechos que relataré a continuación”, dijo, a 
manera de introducción, el militar, que para esa época contaba con 39 
años de edad.
Tras relatar cómo se había 
infiltrado por varios años en las filas subversivas del Movimiento M-19 y
 las FARC, explicar cuál había sido su labor como agente de inteligencia
 y contrainteligencia y precisar los problemas que tuvo en esa unidad 
militar que acabaron en su salida, comenzó a detallar hechos que revelan
 los excesos cometidos en el Batallón Charry Solano y que, según él, 
eran de conocimiento de sus comandantes.
“[…] 
esa Unidad con el solo hecho de ser de inteligencia y 
contrainteligencia, tiene personas activas, colaboradores civiles de 
tendencia de ultraderecha, de gente que ha sido integrante de esa misma 
Unidad y que están en capacidad de fabricar cualquier cosa con el fin de
 desaparecer a una persona o simplemente de que aparezca muerta”, indicó
 Garzón, quien declaró durante dos días ante la Procuraduría.
Para
 ejemplificar su afirmación, expuso la retención y posterior asesinato 
de Nidia Erika Bautista de Arellano. “Sé que en el año de 1987 en el mes
 de agosto ubicaron a la señora en el Carulla de la carrera 13 con calle
 como 43 o 42, no recuerdo exactamente, de allí la mantuvieron 
controlada hasta en las horas de la noche, cuando ella iba llegando a su
 residencia ubicada en el sector de Casablanca, en ese sector y ya 
entrada las horas de la noche la capturaron, habiéndola introducido en 
un jeep Suzuki SJ 410 de color gris, de allí se la llevaron a una finca y
 la mantuvieron por espacio de dos días, posteriormente la llevaron 
hacia el sector de Quebradablanca y allí le dieron muerte, en ese 
entonces se encontraba de comandante el coronel Álvaro Velandia Mercado,
 él tuvo conocimiento de eso y aprobó la determinación”. En los archivos
 de la Brigada, esta mujer figuraba como integrante del Movimiento M-19.
En
 su declaración, también hizo referencia a la captura, en abril de 1986,
 de un supuesto jefe del M-19 llamado Guillermo Marín sobre el cual dijo
 que podría ser “un nombre supuesto”.  Garzón relató que este hombre fue
 llevado al Batallón, donde lo tuvieron por lo menos dos días bajo 
interrogatorio. “Como en ningún momento aceptó los cargos, ordenaron que
 yo personalmente debía entrevistarlo frente a frente, sin ninguna 
medida de seguridad a fin de desbaratar lo que él decía y comprobarle 
que verdaderamente era lo que se le estaba sindicando en ese momento”. 
Al parecer no se le pudo comprobar nada y tuvo que ser dejado en 
libertad. Según la versión de este militar al día siguiente de su 
excarcelación fue encontrado muerto por agentes de la Policía en el 
parque La Florida, “maniatado y encostalado”.
El
 entonces exsargento del Ejército describió lo ocurrido con tres hombres
 a quienes sindicaron de pertenecer a las FARC y quienes fueron 
capturados por el DAS, en junio de 1987, en Bogotá. Se trata de Víctor 
Manuel Nieto Campos, Bertil Prieto Carvajal y Francisco Luis Tobón. 
“Ellos fueron enviados a la cárcel Modelo de Bogotá, pero allí 
permanecieron aproximadamente un mes, en la Unidad establecieron qué día
 iban a salir en libertad y los esperaron a la salida de la misma, los 
tres individuos abordaron un jeep Suzuki LJ-80 y fueron seguidos por 
personas del Batallón, quienes cuadras más adelante los bajaron de dicho
 vehículo, los introdujeron en vehículos del Batallón y en las horas de 
la noche se dirigieron por la vía que de Bogotá conduce a Villavicencio y
 los fueron matando dejándolos abandonados uno a uno sobre la vía”. Esa 
acción, según Garzón, fue realizada por miembros de la Compañía de 
Operaciones Especiales del Batallón Charry Solano.
Asimismo
 hizo alusión al asesinato de Oscar William Calvo, uno de los líderes de
 la guerrilla del EPL, perpetrado en Bogotá en noviembre de 1985. Tras 
los acuerdos de paz logrados por ese grupo insurgente con el gobierno 
nacional, sus dirigentes instalaron una oficina en el centro de la 
capital de la República. “En  en este lugar permanecía Oscar William 
Calvo y algunos escoltas y otros miembros del Comité Central de dicha 
organización. A este señor lo estaba controlando la Compañía de 
Operaciones Especiales y específicamente el grupo bajo el mando del 
teniente Armando Mejía Lobo […] Una noche lo siguieron desde la oficina 
antes mencionada hasta una droguería sobre la carrera 13, en sector de 
Chapinero, y allí fue ultimado desde una moto Yamaha 500 que la manejaba
 o era conducida por un civil, Carlos Rodríguez, alias ‘El Ciego’.
Según
 Garzón, la orden de mantener vigilado a Calvo fue emitida por el 
entonces comandante del Batallón Charry Solano, coronel Iván Ramírez 
Quintero y recibida por el capitán Camilo Pulecio, comandante de la 
Compañía de Operaciones Especiales. “Sé que como recompensa por este 
trabajo a estas personas las enviaron por tres meses a Estados Unidos a 
hacer un cursillo y otros al Sinaí”.
Bernardo 
Alfonso Garzón Garzón fue capturado el pasado 30 de enero en Cali. Se 
considera que es testigo clave en la desaparición de la guerrillera Irma
 Franco tras la toma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985. Pero 
más allá de eso, lo narrado por este exsargento revela los excesos a los
 que puede llegar la inteligencia militar cuando opera como una rueda 
suelta.
En Twitter: @jdrestrepoe
*Periodista y docente universitario.
 



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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